Inolvidable


Los festejos organizados por el gobierno nacional en conmemoración del bicentenario de la Revolución de Mayo atrajeron ayer a unos dos millones de personas hacia las calles del centro porteño. Un impactante desfile artístico representando 19 temáticas fundamentales de la historia argentina, primero, y un recital de Fito Páez, después, fueron los eventos más convocantes.

      ¿Cómo escribir con frialdad al ser parte involucrada en tanta euforia? Se sabe: la objetividad no existe, pero en este caso ni siquiera hay intención de poner distancia con los hechos. ¿Cómo no emocionarse ante tamaña fiesta popular? Al menos en las últimas tres décadas, ningún acto político, religioso, recital, ni celebración mundialista sacó tanta gente a la calle como los festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo, realizados ayer en el centro porteño. Entre los cálculos más avaros y los más generosos, la franja de estimaciones va de los dos a los tres millones de personas. Y por la cantidad de gente que este cronista vio sobre la 9 de Julio (a lo largo y a lo ancho de siete cuadras), en la Plaza de Mayo y en una decena de calles adyacentes, las cifras suenan verosímiles. El dato es fundamental para entender la dimensión de la fiesta. Lo mismo que la variedad de edades de la gente, la cantidad de familias con niños (muchos de ellos bebés) y la confluencia de todas las clases sociales. Más allá de lo atractivo del programa, la sensación unánime era: 200 años no se cumplen todos los días, hay que estar, no nos podemos perder esto, aunque más no sea para poder contárselo con orgullo a nuestros nietos.
      Como los tres días anteriores, los festejos habían comenzado temprano con múltiples actividades, tanto en los gigantescos stands instalados sobre la Av. 9 de Julio entre Perón y Av. Belgrano, como en los dos escenarios menores. En el ubicado sobre Alsina, por caso, una muchedumbre vibró desde las 14:30 con el amplio espectro musical que mostró la provincia de Santa Fe, yendo desde las sutilezas de Franco Luciani con su armónica al frenesí bailable del grupo de cumbia Los Palmeras, pasando por el rock de Koki y sus Killer Burritos y la nostalgia de Litto Nebbia haciendo clásicos del rock nacional como Sólo se trata de vivir o La Balsa.
      Pero el primer espectáculo que convocó a buena parte de la multitud fue la proyección de imágenes alusivas a la historia nacional sobre la fachada del Cabildo, desde las 18:30. No fue fácil ingresar a la Plaza de Mayo, por una empalizada que limitaba el acceso y por el espacio ocupado por carrozas y equipos técnicos del entonces inminente desfile artístico, que arrancaría justamente desde la plaza.


Un desfile muy particular

      El llamado Desfile del Bicentenario, desde las 19:30, fue de lo más original que tuvieron los festejos en sus cinco días. Representando episodios y asuntos fundamentales de la historia argentina, 19 escenas móviles fueron recorriendo primero la Diagonal Norte hasta el Obelisco y luego la 9 de Julio hasta Av. Independencia. La dirección artística estuvo a cargo del coreógrafo Diqui James, fundador de De la Guarda y actual director de Fuerza Bruta. De ahí que la puesta apelara a los sentidos de una manera tan directa. Tuvo la virtud, además, de contemplar en la mayoría de las escenas las dificultades de visibilidad de casi todos los espectadores para ver acciones sobre el pavimento. Para lo cual ideó dispositivos muy grandes y de altura, visibles para todos, por lejos que estuvieran.
      De todas esas estructuras móviles, la más espectacular fue la de la Constitución Nacional en llamas, un efecto especial que formó parte del cuadro referido a “Democracia y golpes de Estado”, una de las 19 temáticas representadas. Otra imagen de gran impacto visual, en parte por sus dimensiones, fue el barco transatlántico alegórico a la inmigración, con una tela brillante colgando a ambos costados y dos bailarinas aéreas lidiando con las olas que simulaba el movimiento de la tela. Sencilla, pero muy contundente, resultó la puesta alusiva a las Madres de Plaza de Mayo, con mujeres de un pañuelo blanco luminoso atado a sus cabezas y que recorrían el perímetro de una carroza en cuyos laterales caía una llovizna.
      El sello de Fuerza Bruta se notó claramente en el cuadro dedicado a las crisis económicas, en el que una serie de bailarines oscilaban producto de la incertidumbre, siempre colgados, tratando de sobrevivir, aunque un rato después ya eran sólo cuerpos inertes. Una impronta estilística que volvió a percibirse en su mejor forma con la representación de la industria nacional a través de bailarinas colgantes que ultimaban detalles de heladeras y otros que manipulaban un auto Siam Di Tella original que iba de acá para allá, colgado del techo de la carroza por una soga.
      Sin embargo, los aullidos de emoción alcanzaban su clímax cada vez que la bailarina aérea del primer cuadro (La Argentina) se soltaba en vuelos circulares sobre la multitud. Ataviada de blanco con dos alas celestes, parecía interpretar el ansia de la patria por elevarse o moverse, consiguiéndolo sólo de a ratos (foto de apertura). Por el despliegue físico que demandó ese papel, la bailarina que pasó frente al palco presidencial en Diagonal Norte fue reemplazada a mitad de camino por una compañera. En ese contexto, el lugar ocupado por el folclore (con parejas que practicaban danzas autóctonas) fue relativamente menor, por el tamaño de la carroza y la cantidad de bailarines involucrados.
      En la mayoría de los casos, las puestas fueron acompañadas con una música oportuna, a volúmenes bien altos, emitida desde camiones que muchas veces también llevaban la iluminación precediendo o siguiendo a la escena.
      Otros cuadros sólo pudieron ser completamente apreciados por quienes estaban junto a las vallas o a una altura considerable, ya que transcurrieron al nivel de la calzada. Fue lo que ocurrió con las escenas conmemorativas del Éxodo Jujeño, el Cruce de los Andes, la Guerra de Malvinas y el regreso de la democracia, instancia en la que las murgas porteñas tuvieron una fuerte presencia. La evocación del tango experimentó una situación intermedia, ya que si bien se vieron los bandoneonistas y violinistas que tocaban sobre techos de taxis, poco y nada se vio de los bailarines que descendían de los autos para dibujar firuletes sobre el pavimento. Lo mismo ocurrió con “Los Movimientos Sociales y Políticos”, visibles sólo a través de los carteles con consignas anarquistas, socialistas, peronistas y radicales de diferentes épocas. Paliando esa falencia, hubo decenas de pantallas de televisión ofreciendo imágenes en vivo de lo que iba ocurriendo a medida que los artistas pasaban frente al palco oficial.
      El impactante desfile cerró con dos decenas de globos, cada uno con los nombres y banderas de los países latinoamericanos (en la escena menos elaborada de todas), y con una mega-burbuja inflada de plástico a través de la cual se entreveía una clase escolar y un científico sopesando la calidad de un satélite, entre otras imágenes sobre “El presente y el futuro”.
      De esta superproducción histórica participaron más de 2000 artistas y unos 500 técnicos. Las carrozas fueron especialmente diseñadas para la ocasión y algunos cuadros se ensayaron de noche, al aire libre (algunas veces con muy bajas temperaturas) en los astilleros Tandanor, ubicados en el puerto de Buenos Aires.


La más maravillosa música

      Cuando el desfile todavía recorría la 9 de Julio hacia el sur, el escenario principal (ubicado junto al Obelisco) empezó a ofrecer música en vivo de la mejor a través de la murga uruguaya Agarrate Catalina, telonera del número fuerte: el recital de Fito Paéz. Los 19 cantantes comandados por Yamandú Cardozo conmovieron con sus tonos entre líricos y pregoneros propios del carnaval oriental, en un show más extenso de lo previsible. Otra sorpresa fue que no eligieran canciones más referidas explícitamente a la Argentina, pero Cardozo se ocupó de tender un “link” a través de hermosas palabras de saludo al pueblo argentino en general y a las Madres de Plaza de Mayo, en particular.
      Los cuatro días de festejos tuvieron su broche final en el emotivo recital brindado por Fito Páez, ya pasada la medianoche. Todos los posibles cuestionamientos a su elección como número de cierre de los festejos se diluyeron apenas atacó con decisión los primeros acordes de Folies Verghet. Lo ocurrido anoche es una prueba más de que cuando hay voluntad de pasarla bien, todo se facilita. Por un lado, Fito transformó toda su alegría por el halago de la convocatoria en unas interpretaciones llenas de pasión. Por otro, la gente (todavía una multitud cercana al millón de personas) no tardó en reaccionar cantando, bailando, saltando y haciendo flamear sus banderas, no sólo con la música que llegaba desde el escenario, sino también con sus propias consignas, como el hit popular de la noche: Y ya lo ve / y ya lo ve / el que no salta / es un inglés.
      Acompañado por una poderosa banda (amplificada por un sonido de descomunal potencia), el rosarino entregó sentidas versiones de temas de diversas épocas. Así fue como la multitud vibró con Once y seis (junto a Fabiana Cantilo), Tiempo al tiempo, Un vestido y un amor, Dar es dar, Circo beat, Al lado del camino y Tumbas de la gloria, a veces con graciosos comentarios entre las estrofas o pequeñas modificaciones en las letras que la multitud supo festejar. Buenos Aires volvió a estar muy presente en las letras de Ciudad de pobres corazones y El diablo de tu corazón. Para El amor después del amor, en tanto, Páez eligió acompañarse con la voz blusera de Claudia Puyó. Hasta hubo un invitado extranjero, el legendario cantautor cubano Pablo Milanés, quien acompañó a Fito en Yo vengo a ofrecer mi corazón. Con todo, los picos de fervor popular se vivieron con Brillante sobre el mic (tal vez su mejor canción), la de por sí festiva Mariposa technicolor y, sobre todo, con A rodar mi vida (con Juanse como invitado).
      El cierre con tanta gente entonando al unísono el himno fue de lo más emotivo que puede vivir cualquier argentino que sienta fuerte su patria. No sólo se cantaron los versos, también la parte instrumental: la gente supo entonar la melodía con una repetida "o", al mejor estilo cancha. Como suele ocurrir, el tono se hizo cada vez más enfático en el tramo final de “O juremos con gloria morir”, para rematarlo con el futbolero “Ar-gen-tina”. Inmediatamente después, desde el ex Mercado del Plata empezaron a brotar estruendosos fuegos artificiales que iluminaron el cielo durante unos diez minutos. Contiguo al lugar del que partían, el enorme reloj digital que caracteriza a ese edificio, marcaba las dos de la madrugada. Un país que a esa hora está masivamente en la calle festejando (lo que sea) o siguiendo los festejos por televisión, es un país con onda. Así como tiene mucha onda una Presidenta capaz de bailar murga. Que no se corte, compatriotas.

Carlos Bevilacqua
Fotos:
1. La Argentina, representada por una bailarina aérea, en el primer cuadro del desfile.
2. El gigantesco barco alusivo a la inmigración, una de las imágenes más impactantes del desfile artístico.
3. La carroza alegórica a la industria nacional, una de las más logradas del desfile artístico.
4. Fito Paéz, durante el emotivo recital de cierre de los festejos.

Todas las fotos fueron tomadas del sitio oficial de los festejos, www.bicentenario.argentina.ar

Publicado el 26-5-2010.