Cosa de hombres


Ensambladas en feliz armonía, las voces del sexteto vocal Cabernet nos llevan de paseo por diferentes territorios de la música popular. El grupo, integrado exclusivamente por varones, presentó anoche su tercer CD en el Teatro Alvear ante una numerosa audiencia que supo apreciar su talento y creatividad.

      Con la puntualidad que caracteriza a los espectáculos del Teatro Alvear, el recital de presentación del tercer CD del sexteto vocal Cabernet, titulado Cabernet vivo, empezó anoche pocos minutos después del horario anunciado. En rigor, los muchachos cantaron temas de diferentes discos y hasta algunos todavía no grabados. Arrancaron con una cautivante versión de Lullaby of Birdland, un standard del jazz. Sería apenas el aperitivo de una noche estilísticamente plural, pero con cierto predominio de la música afroestadounidense. Porque así como siguieron con otro clásico jazzero (It don’t mean a thing), hubo lugar también para el spirituals 16 tons, para When the saints go marching in (caballito de batalla de Louis Armstrong), para Summertime (pieza de la obra teatral Porgy and Bess que luego adquirió vida propia) y para Living for the city (del cantautor Stevie Wonder). En todos los casos, con las voces en primer plano, ya sea por el rol cantante de la mayoría de los integrantes o por los arreglos que privilegian el lucimiento de las entonaciones. La guitarra, el piano y algunos otros instrumentos aparecen sólo esporádicamente, tocados por ellos mismos, en una muestra de ductilidad deslumbrante.
      Pero con sus voces desplegadas en tantas funciones, Marcos Lozano, Diego Mercado, Manuel Moreira, Ale Dolina, Diego Pietropaolo y Pol González hacen que los instrumentos no se extrañen. Ellos se ocupan de ritmo, armonía y, desde ya, melodía. Pero no se quedan en ese artificio, sino que se muestran inspirados en personales arreglos de las piezas interpretadas, casi todas ampliamente conocidas. Ese conocimiento popular del repertorio es el que les permite tocar rápidamente una fibra emotiva en el público, por un lado, y conseguir que se perciba claramente el original abordaje que los caracteriza.
      Resultan llamativas las capacidades de algunos vocalistas para reproducir los timbres de algunos instrumentos, particularmente la de Pol González para sonar como un contrabajo. En ese sentido, Dolina es un virtuoso imitador del retumbar de la batería, pero al menos anoche sonó en general demasiado fuerte respecto de los sonidos que generaban sus compañeros.
      Los encantos del sexteto no se limitan a lo estrictamente musical. Quien más, quien menos, todos participan de un show con bastante de actoral, tanto durante algunas interpretaciones, como –sobre todo– entre un tema y otro, intervalos en los que hacen florecer un humor de salón, algo previsible pero eficaz.
      En el paseo por variadas latitudes musicales no faltaron los ritmos autóctonos. A poco de iniciado el show, los Cabernet se despacharon con una conmovedora versión de la Zamba de Lozano, en tanto en la segunda mitad Manuel Moreira (conocido por sus participaciones en el programa radial de Alejandro Dolina) visitó con su dúctil voz esa hermosa melodía de Jorge Fandermole llamada Oración del remanso. Del repertorio tanguero sólo se escuchó la milonga La Puñalada, en una ingeniosa versión que incluyó una pequeña coreografía grupal protagonizada por dos subgrupos antagónicos de tres cantantes cada uno.
      El eclecticismo a la hora de elegir repertorio se reflejó también en condimentos varios, como un segmento de bossa nova, un tema de Les Luthiers (Lazy Daisy), una canción de la película de dibujos animados Toy Story y hasta en una oportuna recreación del Himno Nacional Argentino. Los Cabernet se suman así a una especie de ola de redescubrimiento de la canción patria, impulsada por bicentenario de la Revolución de Mayo, primero, y por el Mundial, en estos días. Sin embargo, lo hacen con una impronta bien particular: incluyen colores armónicos menos solemnes que los típicos, eligen cantar toda la introducción instrumental, omiten el interludio instrumental entre una parte cantada y otra (el mismo que suele ser aprovechado por su dinamismo) y finalizan con una hermosa repetición de la palabra “gloria”.
      A pesar de lo expuesto, no sólo de “covers” vive el sexteto. A lo largo de la noche, los cantantes interpretaron también Es lo que hay (de Ale Dolina, el hijo de Alejandro Dolina), una “cumbia vocal” con la que se despidieron y Espejo retro, cuyo estribillo reza: "La locura se extraña cuando cesa". Una frase que bien podría ser el slogan publicitario del grupo, porque a pocas horas de haber dejado el Alvear ya se extrañan las locuras musicales de estos seis cantantes traviesos.

Carlos Bevilacqua

En la foto: Los integrantes del sexteto Cabernet, un gusto para los oídos.


Publicado el 16-6-2010.