Todos somos negros


En un multitudinario recital al aire libre, la cantante Déborah Dixon y el pianista “Patán” Vidal dieron anoche una breve pero contundente muestra de cuánto pueden transmitir a través del blues, el soul y otros géneros vecinos. El show fue una de las múltiples actividades que caracterizó al segundo día del Festival de jazz de Buenos Aires.

      Se conocen de memoria, como esos futbolistas que vienen jugando juntos hace años. O, mejor, como esas parejas cuyos miembros adivinan el sentir del otro de tanto convivir. Porque la química que se da entre Dixon y Vidal es producto de un gusto común por determinado repertorio pero también, y sobre todo, de muchos escenarios compartidos. Ellos fueron los ideólogos de todo lo que pasó anoche en el show que dieron en la terraza del Centro Cultural Recoleta. También dos de los tres principales ejecutores de esas ideas. El restante fue Baltasar Comotto, talentoso guitarrista de la banda de Vidal que completaron Mauro Ceriello en bajo eléctrico y Gustavo “Bolsa” González en batería.
      Fueron los instrumentistas en soledad quienes encendieron el fuego del primer tema. Como calentando el ambiente para el arribo de Déborah Dixon, quien arrancó con una poderosa dosis de blues. Por si alguien no la conocía o no la recordaba, presentó así las credenciales de su voz grave, poderosa, capaz de regular matices y expresar como pocas el desgarro de las letras bluseras. En una tónica similar, interpretó a continuación Two fisted mamma, de Katie Webster.
      En los 45 minutos de show hubo también espacio para el romanticisimo a través de temas como I cried a river over you (sola con Vidal) o There’s a river in the sky (de Stevie Wonder, con toda la banda). “Vamos a bailar un poco”, arengó la cantante costarricense antes de abordar otras canciones más festivas como Like a wood, que los músicos transformaron sobre el final en algo totalmente distinto a lo que marca la partitura. Un pasaje de improvisación afín a la ocasión de un festival de jazz. Vidal y Comotto, empero, ya habían sacado a relucir sus virtudes con solos antológicos en otros tramos del recital.
      La despedida transitó por las emociones de Route 66, bis pedido por un público atento pero algo frío. Cabe aclarar que la terraza del Centro Cultural Recoleta estaba casi colmada, con todas las butacas ocupadas y una multitud parada en las inmediaciones. Como buena muestra de la nueva movida que el jazz generó en los últimos años, muchos de esos espectadores eran jóvenes de clase media y alta.
      Una inquietud general también reinaba en el aire. No sólo por el movimiento de gente que entraba salía del auditorio durante el show, sino por las propuestas que la programación del festival ofreció antes (Fénix Jazz Band) y después (Hugo Fattorusso y su Rey Tambor). Yendo y viniendo, el público daba como una dimensión social a un encuentro que busca en la diversidad, el cruce y la experimentación algunas de sus principales señas de identidad.
      Aunque intenso, el show dejó ganas de más. El festival, organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, dará múltiples revanchas: tanto hoy como los próximos tres días la música afroestadounidense seguirá mostrando sus más variadas facetas, tal como puede comprobarse leyendo la programación del encuentro, disponible en http://www.buenosairesjazz.gob.ar/home10/web/es/events/index.html.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, Vidal y Dixon, durante el show de anoche. Foto cedida por la cantante.

Publicado el 5-12-2010.