Exploraciones sonoras que ya son álbum


Giros de diversas músicas de raíz conviven en las atractivas composiciones de Salmuera. Piezas que, con un lenguaje ecléctico e inusuales combinaciones tímbricas, llegaron al disco virtual.

      “Señores yo estoy cantando / lo que se cifra en el nombre”, dice Borges en la milonga Jacinto Chiclana, creada en asociación con otro grande: Ástor Piazzolla. Más allá de la belleza de la frase, se sabe que las palabras no siempre responden a la realidad. Y menos los nombres propios. Con todo, es reconfortante cuando sí ocurre.
      El término “salmuera” alude a esa agua más salada de lo habitual que se usa para conservar algunos alimentos en frascos de vidrio. Más que “sal: ¡muera!” lo que parece predominar en la etimología del compuesto es “muera a sal” o “sal hasta la muerte”. Algo es seguro: lo que de ahí sale nunca puede ser tildado de insípido. Y eso pasa con las canciones del quinteto Salmuera, que también decidió bautizar así su primer disco (aunque en Spotify figure, por error, como Música popular y ciudadana).
      Ese rótulo erróneo, sin embargo, no está alejado de ciertas reminiscencias que provocan las ocho pistas del álbum. Desde ya que lo popular y lo ciudadano son, también, categorías muy amplias. Y bastante vagas. Pero a lo largo del recorrido grabado algo de atmósfera tanguera hay, bastante de experimentación (recordemos que la categoría de "música ciudadana" se empezó a usar para calificar lo que el resistido Piazzolla hacía en sus primeros años como solista), elementos del folklore (argentino y latinoamericano) y, si se quiere, algo del jazz (por el abordaje desprejuiciado y a veces extendido de algunos temas).

Mucho para saborear

      Si bien hay algo de letra cantada en la mitad de las composiciones presentadas, el plano más rico del disco es el instrumental. Ahí parecen estar las apuestas más elaboradas de los cinco músicos: Francisco Noce (guitarra, voz y composición), Nicolás Cianis (piano, voz y composición), Emilio Noce (percusión), Diego Suárez (flauta) y Matilde Vitullo (bandoneón).
      El guitarrista y el pianista constituyen el núcleo original de la agrupación, surgida en 2015 a partir de la “necesidad de explorar, a través de obras propias, distintos estilos musicales populares argentinos y latinoamericanos, sumado a estudios provenientes de la música académica y el rock”, según cuentan ellos mismos. Al año siguiente se sumó Emilio (hermano de Francisco) y, ya en 2018, los encargados de los instrumentos de viento. Todos son artistas jóvenes de sólida formación, numerosas experiencias en diferentes proyectos y roles docentes.
      Como condimientos, en el disco se suman dos invitados: el violinista Leandro Sandroni y la cantante Marianela Cuzzani en sendos tramos.


      En cuanto a los recursos utilizados, una peculiaridad determinante es la paleta de texturas que obtienen al combinar los colores de esos instrumentos. Otra, los ritmos, variados, a veces inclusive al interior de una misma pieza.
      Los nombres de los temas, algunos neologismos, suman sugerencias. Pasa con el doble inaugural (Hálito/De canaleta) pero también con Vuestralonga o El clasiquito, entre otros.
      El álbum fue lanzado a principios de este mes y ya está disponible en Spotify, Shazam, Deezer, YouTube Music y i-Tunes (algo así como un "quiero retruco" a la pandemia, que impide la edición física y los recitales con público presencial). Una buena manera de apreciar los matices del disco es ir escuchándolo al tiempo que se lee esta descripción que los propios músicos hicieron de cada pista.
      Allí hay, también, algunas claves para decodificar el vínculo entre los sonidos y algunas denominaciones. De nuevo, lo que se cifra en el nombre. Que lo diga el que se la pasa bebiendo agua ¿será mera coincidencia?

Carlos Bevilacqua

En las imágenes: arriba, los músicos de Salmuera (foto cedida por ellos mismos) y debajo, la portada del disco (creada por Fiona Lena Brown). 

Publicado el 31-5-2020.